El Jinete Negro
Israel Solis
Y ahí me encontraba… postrado impotente en medio de las ruinas de la plaza central de Aristizabal, rodeado por humo y oscuridad, más nada. Enfrente de mí se encontraban los escombros del imponente palacio nacional -¿cómo era posible tanta destrucción… tanto sufrimiento?…
Caminé sin parar por días y noches completas viendo mi mundo en caos. “Esto es sólo el principio…” esa fue la última frase de el padre Arbel… ¡¿qué significaban esas palabras?!… si ya no quedaba nada… si el mundo había llegado a su fin.
Todas las profecías se estaban cumpliendo una a una y al parecer era yo el único sobreviviente, todo era tan irreal, pero tan lleno de clichés al mismo tiempo: un sobreviviente, el mismísimo Apocalipsis, la soledad… Eso era lo que más me hería, estar solo en un mundo en ruinas, cubierto de polvo, claro, sin contar esa espesa nube que mantenía mis días y noches en un eterno crepúsculo…
Continúe mi camino por aquel escenario de recuerdos destrozados. Vi mi escuela, ahí tuve mi inicios en la pelea; también encontré mi antiguo hogar, donde celebré mi primer año de vida. Seguí caminando y recorrí el país entero durante los siguientes siete largos años.
El primero de enero del 2019 después de haber visitado todos los lugares que significaron algo en mi vida, con un profundo sufrimiento y dolor, cansado y con el alma desgarrada, decidí -por primera vez en siete años de errar por el mundo- sentarme a descansar.
En la sexta avenida encontré una banca corroída de metal. Lugar apenas libre de aquella fina y molesta ceniza que cubría al piso. Me senté, mi rostro ya arrugado, deshidratado por los potentes rayos de sol que ingresaban entre la densa capa de contaminación, que funcionaba cual horno a mí alrededor.
Me recosté en silencio y deje que mi mente vagara sin control, que imaginara una bella montaña, cubierta de nieve; debajo un espeso bosque frondoso, en la lejanía un mar del más intenso az… Me detuve intempestivamente, en el mundo en el cual yo vivía ahora, nada era azul, ni claro como nieve, ni vivo como un bosque… mis ojos y mi mente habían olvidado por completo el color de las dulces manzanas que crecían copiosamente en la hacienda del monasterio, ¡o el color de un amanecer!... ahora todo era gris, no había presenciado más color que el amarillo sarroso de cielo que me acompañaba a diario. No había olor más que el pútrido olor de la muerte, no quedaban sabores, ya que todo se encontraba cubierto por una delgada capa de polvo y ceniza…
Medité un momento en aquella banca oxidada, tal vez fueron horas, o días, ya no era siquiera capaz de notarlo, ¿qué importaba?, ya no era humano, mis sentimientos se habían corroído, como la vieja banca oxidada, sólo sentía tristeza y una pesada melancolía.
- Si el infierno existe estoy en él…- pensé. Suspiré con angustia.
- Aún no estás en el infierno…- dijo una siniestra voz oculta en la penumbra, entre las ruinas de lo que solía ser la iglesia de Aristizabal…- No te mereces el infierno - añadió la voz en la oscuridad.
- ¡¿Quién está ahí?! – vociferé exigiendo una respuesta. ¡En siete años no había oído una voz que no fuese mía! pensándolo más aún, en siete años no había esbozado ni una palabra...
-Soy el causante de todas tus desventuras, todas las vividas desde tu nacimiento… pero no creas que me causa placer u orgullo revelar mi lúgubre propósito en tu vida - me dijo confesó- ...simplemente es mi trabajo, y lo cumplo sin vacilar…- y de las tinieblas se oyó el firme pero pausado galope de un corcel.
- ¿Eres humano acaso, extraño ser? - pero mi pregunta fue respondida sin necesidad de pronunciar una respuesta. Todavía recuerdo aquel siniestro jinete encapuchado... Lo miré directo a sus penetrantes ojos carmesí y observe con detalle su esquelético rostro, pálido como el papel, y tan delgado… En su montura se encontraba una afilada hoz amarrada por tres negras cadenas. En cuanto más se acercaba más terror me asfixiaba, podía oír su fuerte respiración, y su caballo azabache me miraba fijamente con unos fieros ojos blancos.
- ¡Aléjate de mi criatura infernal! - le ordené en un arrebato de ira, poniéndome de pie con temple, aquel ser no me iba a intimidar, ya no tenía nada que perder, mi mundo había terminado.
- No estás en el infierno… - repitió corrigiéndome sin inmutarse - …estás en el purgatorio.-
Me quede petrificado… no podía creer lo que el jinete decía, podría ser fácilmente un invento de mi imaginación, o un engaño del mismísimo Satanás para acabar con el último vestigio de la raza humana, me debía mantener firme.
-¿Por qué debería de estar yo en el purgatorio jinete infernal? –Lo interrogué- Si yo no morí ¿porque estoy según tú, en él?- continúe indagando, con el fin de descubrir sus intenciones maliciosas… al menos debían serlo, viniendo de tal ser escalofriante.
-¿Y cómo sabes que no has muerto? ¿Ya has muerto otras veces para que puedas afirmar con tanta seguridad tu mortalidad? ¿Por qué te piensas tan especial como para no merecer estar en mi humilde morada?- me miro con aquellos ojos inquisidores…-¿acaso eres tu el único ser sin pecados que purgar?
Me quede silente por un instante, analizando aquellas palabras tan certeras que golpearon hasta lo más profundo de mi ser.
Por mucho, era yo un pecador, no de grandes pecados, pero de numerosos: Engaños, mentiras, envidias, odio -y del que más me avergonzaba- … la maldita cobardía… la cobardía que causó la muerte de mi familia… de mi amada… sólo por ese pecado, por ese minuto, sólo por eso, ya merecía estar en el purgatorio…
- Me ha de disculpar… pero había gente asesinando sin piedad, cometiendo atroces violaciones, ¡causando el fin de toda la raza humana!... entonces explíqueme, jinete sabio, ¡¿por qué demonios estoy aquí?!...-inquirí colérico.
Me miro sin hablar, sentía que miraba directamente mi alma. Soltó las riendas de su imponente corcel azabache y con una hábil pirueta lo desmontó. Despacio se acerco a mí. Mis rodillas empezaron a temblar, mi garganta se cerraba, de la ira espontánea que me había invadido hace escasos minutos no quedaba rastro, quería gritar pero mis labios no se movían… el jinete se acercaba más y más. Su figura me aterraba, ¡Por dios, era enorme! Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se agacho apoyando una rodilla en el suelo, y su delgada boca esbozó, lo que a duras penas, interpreté como una sonrisa algo gentil para aquel lúgubre rostro.
- ¿Y quién te dijo, mi querido amigo, que ellos no están en el purgatorio también?, o aun mejor… en el infierno -añadió con un tono macabro–...el verdadero infierno... –tono tan siniestro que mi corazón literalmente dejó de latir por tres segundos- Verás, tu gente es muy curiosa… andan creando leyes y ritos absurdos que juran son el mandato de “dios” o como ustedes le llamen… Asesinaron despiadadamente a sus antepasados sólo por sus diferentes creencias y por creer en varios “dioses”… y no digo que su creencia fuera una creencia acertada, pero ellos lo creían de corazón, daban su vida por sus dioses… tenían FE… -dios mío, deseaba tanto que se detuviera, que dejara de torturar mi mente con sus palabras- ¿Te has puesto a pensar… “padre”?, que ustedes no son tan diferentes en muchos aspectos. Los griegos tenían a “Zeus”, rey de los dioses, ustedes tienen a su dios llamado… “Dios”, que según entiendo es también el rey de los santos de su iglesia ¿no es así? Esos santos a los cuales a pesar de ser haber sido humanos, ustedes les otorgan habilidades especiales, y les oran… les rinden tributo, lo único que los diferencia a ustedes de los primeros pobladores de esta tierra es que ellos creían fervientemente en sus religiones, ¡en sus dioses! -torrentes de sudor frío corrían por mi columna, cada oración me aterrorizaba, no había tomado ni un respiro… y en sus palabras se sentía el desprecio por los humanos y su iglesia…- Ahora dime tú que conoces las leyes creadas por tu gente, por qué piensas que es más grave un pecado que el otro, ¿Acaso “su culto” no les daba una simple regla para seguir? NO PECAR… ahora te devuelvo tu pregunta ¿Por qué estás aquí? -
Me quedé pensativo. ¿Que debía responder?… Si aceptaba mis pecados me quedaría en este terrible sufrimiento toda la eternidad si lo que él decía era cierto y yo en verdad estaba muerto. Pero si no aceptaba esa culpa que me carcomía estaría pecando de nuevo… Este dilema me mantuvo en silencio por varios minutos, hasta que decidí seguir mis creencias, aceptar mis errores sin importar lo que pase.
Tomé valor de donde creía no quedaba, una epifanía me golpeo en ese instante y todo fue claro, respondí:
- ¡He pecado! …y por siempre estaré arrepentido de todos y cada uno de mis errores… -tomé una bocanada de aire y descargué mi frustración- ¡pero soy un simple y defectuoso humano! …tal vez merezco estar aquí, tal vez ni siquiera he muerto y esto no es más que un desesperado acto de mi conciencia por limpiarse… pero sea como sea ¡estoy solo! ¡Fallé a mi iglesia al enamorarme de una mujer, pero soy hombre y así me hizo Dios! Los pecados no son más que un recordatorio diario de que somos seres imperfectos y si por ser humano tengo que estar aquí por el resto de la eternidad: CON GUSTO ME QUEDARÉ, PORQUE ASÍ FUI CREADO Y ESTE DEBE SER EL PLAN ESCRITO PARA MI!- me detuve… caí de rodillas, mareado, sin aire. Me relajé y terminé mi confesión con una simple frase- y si el designio de Él es que me quede postrado en esta pesadilla…-y concluí con la única palabra que se me ocurrió, y la dije con un hilo de voz- …Amén.
Un silencio sepulcral reinó en el ambiente. Con gran costo levanté mi rostro, para mi sorpresa, aquel que fuera el esquelético jinete de capa negra, ahora se encontraba de pie vistiendo una elegante túnica blanca, su rostro era incluso más humano, se bajó la capucha y me miró fijamente con un par de poderosos ojos azules, tan azules como el mar que había ya olvidado, su larga cabellera blanca ondeaba gloriosa y una sutil y reconfortante voz me dijo…
- Bienaventurado seas hijo mío… pues has salvado a la humanidad… -
Mis ojos perdían enfoque, estaba muy cansado, no podía creer que todo esto fuera real; ¿a qué se refería con salvar a la humanidad?, si fui yo quien por la maldita cobardía permitió la muerte de aquellos que me importaban.
- ¿Se… señor mío no comprendo lo que dices? -pregunté con voz cansada y entrecortada.
- Has demostrado que aún existen corazones puros entre mis hijos -me dijo con alegría dibujada en su larga barba- y que a pesar de todos sus errores, aún se puede encontrar una luz de bondad dentro de cada uno de ustedes… les daré otra oportunidad, una última oportunidad de tratar de llegar a mi trono… no es cuestión de perfección, es cuestión de convicción, hijo mío… y tú guiarás a mis hijos, que serán los tuyos también…- y sin decir nada más monto su negro corcel, que fue envuelto en una densa neblina blanca y desapareció sin dejar rastro…
- ¡¿Oh por Dios, eres tú?! -mi corazón se detuvo en seco y al instante comenzó a palpitar tan fuerte como el galope de aquel sangre pura. ¡No podía ser ella!... ¡yo la vi morir a manos de los neoinquisidores!
Cerré los ojos con fuerza y los abrí lentamente… hermosa, ahí estabas, hermosa como cuando vivías, vestida de delicado blanco… como el día en que te conocí.
- No puede ser… - repetí en voz alta, incrédulo- ¡¿sobreviviste?! –y sin dejar que explicaras o dijeras cualquier cosa, me abalancé sobre ti y te abracé tan fuerte como nunca abracé a nadie en toda mi vida… ¡ahí estabas! ...mí amada… el único pecado del que nunca me arrepentí. Dios nos hizo imperfectos, tanto hombres como mujeres, pero estando unidos en este momento… no sentí nunca nada más perfecto que la imperfección humana.
Ok recibí un muy buen consejo sobre este cuento en especial y apenas lo arregle lo publico de nuevo.
ResponderEliminarmuy interesante, lei la mitad y me parece q lleva buen argumento y un lenguaje adecuado para el tema , creo q es un buen cuento espero terminarlo y opinere en general,
ResponderEliminarfelicidades
:S Quien copio mi foto y nombre? por favor evitemos el hurto de identidad, aunque aprecio tus palabras pero por favor no pongas mi nombre ni mi foto como tuya, gracias
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